'Para Ferrari el tiempo no pasa', por Adrián Puente
Ferrari murió en su propia ley de definiciones inconclusas en Brasil y nada indica que no pueda repetirse. Un equipo que nunca logró el blindaje ante situaciones como esta, ni siquiera con su propio creador en vida, recuerda Adrián Puente.
Foto de: Glenn Dunbar / Motorsport Images
Sebastian Vettel y Charles Leclerc protagonizaron un incidente inoportuno sobre el final del Gran Premio de Interlagos. Ambos quedaron afuera. Ferrari se instaló en el ojo de la tormenta y muchos de los cañones apuntaron a la gestión y a las reiteradas ansiedades del piloto alemán.
Mattia Binotto reconoció la torpeza, los comisarios omitieron cualquier sanción, y del seno de la “scuderia” apenas trascendieron imágenes de dos pilotos decepcionados.
Nada que no haya ocurrido en el resto de las escuderías que componen el gran circo, pero Ferrari, todo lo amplifica. Nunca falta la invocación a una frase que intenta sepultar cualquier razonamiento de contexto, “con Don Enzo, esto no pasaba”.
En ocasiones como ésta, la historia suele ser una cita difusa, relativa y anacrónica. Don Enzo convivió con escenarios hasta mucho más complejos, situaciones que decantaron en tragedias, y largos periodos sin títulos. Pero igual, el desencanto de situaciones como las de Brasil, suele llevarnos al “todo tiempo pasado fue mejor”.
Binotto podría haber señalado quien es el piloto uno, y quien es el piloto dos. Pero no hubiese evitado las críticas. Podría haber dado una orden, y también caía en un lugar incómodo. Podría haber priorizado al de mejor salario o jugar a favor de su nueva estrella, pero tampoco quedaba a resguardo del escarnio público.
Todo lo que en Ferrari no se traduzca en victoria, es un error… La secuencia victoriosa de Niki Lauda en los '70 otorgó protección a todos los cuestionamientos que Don Enzo cargaba sobre la Ferrari envuelta en llamas en Nürburgring, ó sobre el precipitado retorno del austriaco en Monza, cinco carreras después.
El título de Phil Hill en 1961 fue otra perfecta razón para recortar las angustias de la muerte de Wolfgang Von Trips en Italia, lo que significó la peor tragedia de la historia con más de una docena de espectadores muertos en la tribuna, cuando la Ferrari 156 cayó como un misil.
Administrar errores, tragedias, accidentes, sequías de resultados es parte del asunto. ¿Podría Enzo Ferrari haber prevenido esa maniobra del alemán, quien ya había tenido dos serios antecedentes en Monza?. Nadie lo sabe. Como tampoco Binotto podía tender una red sobre el cálculo optimista de Sebastian Vettel llegando a la curva 4 en San Pablo.
Desde hace un tiempo a esta parte, en Maranello conviven con el lastre de cómo camuflar las órdenes de equipo. Mercedes y Red Bull tienen resuelta la cuestión, pero los italianos pocas veces supieron abordar la situación. Estos grises entraron en juego también en Brasil.
Pero no son nuevos. Don Enzo convivió con Gilles Villeneuve. Primero demandando sus preferencias con el sudafricano Jody Scheckter, y luego ante el galo Didier Pironi. Una pudo administrarla, pero la otra quedó inconclusa. El canadiense, decepcionado, llevó su ira a la pista y murió en Zolder. “Il Commendatore” había optado por el francés en 1982.
En Brasil, Ferrari murió en su propia ley de definiciones inconclusas y nada indica que no pueda repetirse. Un equipo que nunca logró el blindaje ante situaciones como esta, ni siquiera con su propio creador en vida.
Sólo queda disfrutar de Emiratos Árabes, tender puentes hacia 2020, y planificar cómo evitar otra temporada sin títulos. Algo que el mismísimo Don Enzo tuvo que digerir desde Surtees 64, hasta Lauda 75; y luego durante lo que los libros llaman “Los 80 Malditos”, un legado que el dueño de la leyenda interrumpió con su propia vida en 1988, pero se extendió hasta la llegada de Michael Schumacher.
Galería: todos los autos de Ferrari en la Fórmula 1
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