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Análisis

'El martillazo', por Martín Urruty

Martín Urruty, nuestro especialista en MotoGP, cuenta la incomodidad e incertidumbre que despierta en Ducati la segunda victoria consecutiva obtenida por Jorge Lorenzo con la moto italiana en el Gran Premio de Cataluña.

Race winner Jorge Lorenzo, Ducati Team

Foto de: Gold and Goose / Motorsport Images

Podium: Race winner Jorge Lorenzo, Ducati Team
Podium: Jorge Lorenzo, Ducati Team
Podium: second place Marc Marquez, Repsol Honda Team, Race winner Jorge Lorenzo, Ducati Team, third place Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Podium: second place Marc Marquez, Repsol Honda Team, Race winner Jorge Lorenzo, Ducati Team, third place Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Podium: Jorge Lorenzo, Ducati Team
Race winner Jorge Lorenzo, Ducati Team
Race winner Jorge Lorenzo, Ducati Team
Race winner Jorge Lorenzo, Ducati Team
Jorge Lorenzo, Ducati Team
Jorge Lorenzo, Ducati Team
Jorge Lorenzo, Ducati Team
Jorge Lorenzo, Ducati Team

No hacía falta ser el doctor Cal Lightman, el personaje extraordinariamente compuesto por Tim Roth en la serie "Lie to me", para detectar los gestos nerviosos que Claudio Domenicali escondía detrás de la sonrisa en el parque cerrado del Circuit de Catalunya. Como buena parte del equipo, el director ejecutivo de Ducati se arrimó a saludar a Jorge Lorenzo, ganador del Gran Premio de Cataluña, al cabo del segundo triunfo ¡y consecutivo! del español con la casa de Borgo Panigale. Domenicali, se cuenta en Italia, fue el opositor más importante a la renovación de Lorenzo por otros dos años, algo que el piloto estaba dispuesto a negociar incluso aceptando una sustancial rebaja salarial.

Entre los muros de Borgo Panigale aseguran que nadie pudo torcer la voluntad de Domenicali, el jefe principal. No lo logró Luigi Dall'Igna, director general de la división ducatista de carreras y uno de los impulsores de la llegada de Lorenzo, ni tampoco pudo Paolo Ciabatti, el director deportivo. Lorenzo sintió también que el director ejecutivo había perdido la confianza en él. Desde que corroboró que se iría de la escudería, el palmesano ha ganado las siguientes dos carreras, la primera de ellas en Mugello, la competencia de casa para la marca, y su victoria catalana llegó luego de su primera pole.

El doctor Lightman se habría hecho un festín en el box de Ducati detectando pensamientos y mentiras a través de la interpretación de expresiones y múltiples gestos producidos involuntariamente por los músculos de las caras. Porque mientras Lorenzo encabezaba la fila con ritmo seguro, refrendando en carrera lo mostrado en entrenamientos y clasificación, Andrea Dovizioso, el primer piloto al que la casa italiana le ofreció renovación de contrato e importante aumento de sueldo, se iba al suelo desde el tercer lugar. Dovi acumuló su tercera carrera sin puntos en las últimas cuatro fechas. Ganador en Qatar, llegó a Europa como puntero del campeonato. El subcampeón 2017 yace ahora octavo en las posiciones y a 49 puntos -casi dos carreras de desventaja- del líder Marc Márquez.

La súbita resurrección de Lorenzo no es un efecto automático ligado a su próxima salida del equipo. Como fue explicado en este mismo rincón luego de su triunfo en Mugello, el mallorquín trabajó en cuanto aspecto pudo durante el último año y medio para acomodar la Desmosedici a su estilo de conducción, que también adaptó, y ahora se siente cómodo para exprimirla. Como muestra la historia reciente, la moto es competitiva en pistas como las de Mugello y Cataluña: Dovizioso ganó esas dos competencias en 2017, inicio de su arremetida por el campeonato. Dovi y Lorenzo ahora están igualados en puntos aunque el tricampeón tiene ventaja por su mayor cantidad de victorias. Ni el más optimista pronosticador se habría animado a anunciar un par de meses atrás que a esta altura, séptima de las 19 fechas, Lorenzo sería el piloto más ganador con Ducati.

Con Yamaha aún fuera de concurso en la lucha por la punta, la batalla por victorias está ahora circunscripta a Honda y Ducati. Los tres terceros puestos consecutivos de Valentino Rossi no lo convierten aún en real postulante al triunfo: en breve se cumplirá un año desde la última victoria de la casa de Iwata, obtenida por Il Dottore en Assen 2017. Así las cosas, dependerá de Dovizioso que próximamente exista una competencia entre tres como en las primeras vueltas del Gran Premio catalán o que el duelo tenga sólo dos protagonistas y sean los futuros compañeros en la marca del Ala.

Ahora cómodo sobre la GP18 como él mismo concede, despojado de las presiones porque de momento no es un contendiente al título y para serlo depende también de cuánto pueda fallar el regular Márquez, Lorenzo desempolvó el martillo con el que solía atormentar a sus rivales en tiempos de Yamaha e impuso el ritmo camino a su 67° triunfo mundialista, el 46° en MotoGP y segundo con Ducati. Encabezó un histórico podio que con Márquez y Rossi totalizó 246 triunfos (173 en MotoGP) y 20 títulos mundiales (14 en la élite).

Los próximos meses pueden resultar de perverso regodeo. Si Lorenzo consigue mantener su andar y bate regularmente a Dovi, a fin de año le dejará a Ducati la certeza de que tiene una moto altamente competitiva pero que se quedará con un piloto -Dovizioso- que necesitará reconstruir la autoestima, un asunto que el italiano parecía haber saldado vapuleando al español durante 2017 y las primeras carreras de 2018. Y el compañero de Dovi en 2019 será Danilo Petrucci, quien no siempre es constante y tendrá la presión extra de rendir rápido porque su convenio inicial es por sólo un año. Si esto ocurre, también Márquez deberá tomar nota de que probablemente tenga en la próxima temporada el compañero de equipo más incómodo de la grilla. Y entonces nadie ganará más que los aficionados.

Con Dovizioso revolcado y tempranamente sentado en boxes y Lorenzo sonriente en el parque cerrado, la directiva de Ducati se las compuso para que la alegría que el triunfo del tricampeón producía en los patrocinadores tapara la genuina preocupación que presenta el futuro. Mientras Lorenzo jugueteaba con su gigante martillo de utilería, hombres vestidos de rojo pensaban en el martillazo que acababan de darse en el dedo. Cualquier aprendiz del equipo del doctor Lightman lo habría notado para satisfacción de su jefe.

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