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Análisis

¡A Mil Por Hora! Los padres fundadores

Sin un Wolfgang von Trips no hubiera habido Michael Schumacher y sería imposible de entender un fenómeno, también señorial, como el que hoy se conoce como Sebastian Vettel.

Alberto Ascari en el Ferrari 500 F2

Alberto Ascari en el Ferrari 500 F2

Ferrari Media Center

Juan Manuel Fangio
Juan Manuel Fangio
Juan Manuel Fangio

Sí claro. Se va a tratar –apenas por encimita– sobre los pilotos más grandiosos de la historia quienes han hecho imperar al deporte de las carreras de autos y que, al regularse bajo la denominación de la Fórmula 1, ya venían con la inercia de las grandes justas porque fueron célebres corredores.

Ellos, eran los que llenaban el caleidoscopio del vértigo sin fin, y que desde la prehistoria de la categoría se pudo ver a través de él, porque hubo organizaciones, ingenieros, mecánicos y ases del volante que originaron con alma corazón y vida, la disciplina.

De entre ellos, se quiere rescatar a los primeros que, en realidad, fueron deslumbrantes. Por lo cual, se inicia este vuelo rasante con uno de los más fabulosos de siempre: Tazio Nuvolari, quien nunca jugó en una carrera oficial de F1, pero que fue el paradigma indiscutible de los pilotos de la época previa y de los que, más tarde imitándolo, hicieron la historia.

Italiano puro. En los días romáticos de la recomposición del mundo, cuando la gente ya estaba loca por la velocidad como nuevo modo de vivir la fugacidad del tiempo. Fue como una consecuencia que nacieron las marcas de mayor abolengo de los autos bellísimos que rodaban endemoniados.

Las divas y las máquinas —que es como se les llama en la lengua de Cesare Pavese a los autos— desde entonces, eran celestiales y daban placeres iguales al verles y mayores aún, al conducirles —más exacto si se dice, al seducirles— sobre todo en manos de aquellos seres que fueron nacidos para la reverencia y la admiración. Pulsiones del arte desde los días inmemoriales.

 Maserati, Alfa Romeo, Lancia, Bugatti, Lamborghini y en especial Ferrari, los símbolos de Italia y manías culturales que no tienen fin, como tampoco lo tienen, la pasta o el calcio. 

 Para volver a Nuvolari, El Mantuano Volador, que corrió y ganó toda competición que se le puso por enfrente, desde 1924 hasta poco después de firmada la paz de la Segunda Guerra Mundial. Il Campionissimo cierra su ciclo al volante en 1950. Ya con la Europa que se restañaba, como podía, de las reyertas, hechas de bombas, tambores y clarines.

Una de las epopeyas de ese enorme Racer, fue La Victoria Imposible, en el NurburgRing, el 28 de julio de 1935, cuando era peor que un infierno verde el trazado alemán. Pues sobre tan mítica pista: él, dio cuenta de nueve pilotos locales de Mercedes y de Auto Unión que eran temibles. Cualquiera de ellos favorito para ganar. Pero Tazio, a bordo de un Alfa Romeo P-3, rojo, poco más que discreto: fue a fondo con el acelerador, y corrió inquebrantable sin ataduras, hasta que los deshizo. Si bien es cierto que para contar su vida y sus victorias hace falta un libro de oro.

 Pero bien que se puede recordar que sus coetáneos y de cierto modo sus discípulos, fueron: Luigi y Emilio Villoresi, Ascari, Giuseppe Farina, Luigi Fagioli y Ferrari y es de ellos, que nace el resto de pioneros que después firmaron como grandes estrellas en el firmamento de la velocidad a toda mecha. Habían surgido de El Maestro.

 Llegó el tiempo en el cual se vivieron los días fascinantes de Juan Manuel Fangio —Argentina 1911-1995— también famoso como el Chueco de Balcarce. Fenómeno que se conservó como el único pentacampeón mundial, desde 1957 hasta 2002. Él entró a la grandeza, al desplazar la importancia de los volantes europeos de su tiempo y al poner a su nación en el mapamundi de las competiciones. Caballero impecable con instinto singular e irrepetible, para estar en el lugar y el momento, con el auto más indicado: se coronó con Alfa Romeo en 1951; con Maserati y Mercedes en 1954; con Mercedes en 1955; con Ferrari en 1956 y, de nuevo con Maserati en 1957. Ya era la F Uno de hoy en la cual, tan sólo jugó 51 carreras, ganó 24, para dejar su productividad en el 47.06 por ciento.

Alberto Ascari —Milán 1918-Monza 1955— fue campeón mundial de 1952 y 1953 bajo las órdenes de Enzo Ferrari. Corrió 32 carreras y triunfó en 13; para un gradiente del 40.63 por ciento. En nueve de sus apariciones, amarró la pole position con la victoria. Dueño de siete hat tricks [PP, la vuelta más rápida y la victoria] y cinco Grand Chelem [lo mismo, más el liderato de punta a punta] esas eran marcas formidables, no jugarretas.

Como se ve así a las volandas, eran tipos con el hambre de inmortalidad inscripta en su ADN. Titanes. Los monarcas de verdad, y en nada parecidos a los mortales reyes de los Estados o los mandatarios de los pueblos.

De hecho sin conocer sus pasos, y de otros, quienes de igual manera se seguirá comentando: no sería explicable la idolatría de los que llegaron después y fueron tan importantes en el siglo XX así como también, en los años de hoy.

En pocas palabras, es un rosario, de modo tal engarzado que, sin un Wolfgang von Trips no hubiera habido Michael Schumacher y sería imposible de entender un fenómeno, también señorial, como el que hoy se conoce como Sebastian Vettel.    

 Amigable mente,

Ángelo della Corsa

 

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