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Análisis

¡A Mil Por Hora! Nadie tiene por qué saber todo, de todo

La manía de la persecución fingida dio el origen a los primeros Grand Prix, una historia fortalecida por precursores como Juan Manuel Fangio, Karl Kling, Piero Taruffi, Umberto Maglioli o Luigi Villoresi.

Juan Manuel Fangio

Juan Manuel Fangio

Daimler AG

Oye dummy, nadie tiene por qué saber todo, de todo

Pero eso sí, incluso hasta el más neófito intuye al menos alguna idea vaga de la existencia de la Fórmula 1, aunque no sepa bien a bien con qué se come. Al decir que es un deporte, se le deja apenas como categoría vaga. En un limbo transparente. Si se le considera espectáculo masivo, es tan sólo una verdad parcial la que se está diciendo. En cambio, si se le pone en el lugar exacto, cual la expresión óptima del arte tecnológico, ya se le comienza a entender en su dimensión más correcta.

Así lo es para el mecánico del pueblo rabón y también para el director del gran banco en la ciudad. Todos, pueden acceder a esta actividad que vuelve a estar tan de moda en México. Y ahora, explicada como para que la entiendan hasta los dummies, a la que se invita a que la vea como hija real de las gruesas rupturas de la sabiduría de la especie. Con cimientos inamovibles como el primer fuego, la rueda inicial y el uso muy ingenioso de la numeración.

Cuando nacen los motores de combustión interna es que se da el pistoletazo de salida a un frenesí que acabaría en locura, por la sicosis planetaria que trajo el fluir de tantos automóviles los cuales terminaron por convertir a los hombres en sus apéndices. El siglo XXI será el de los autos y los ordenadores. También con estos, subidos en aquellos…

Dime en qué coche andas y te diré quién eres, insinuaría hoy Sancho Panza a don Alonso Quijano. Luego, estaría muy aguzado Lucian Freud para añadir: a qué velocidad se desplaza tu auto y adivinaré por dónde corre tu libido, para pintarte un violín.

El hombre y sus máquinas que ruedan, igual que las piedras que también lo hacen, son una y la misma ancheta. Móviles y computadoras, mandos a distancia, medidores de todo tipo de variables o la electrónica, y la miniaturización: llevadas a consecuencias inauditas son considerados como los prodigios inherentes a la supervivencia, y se vuelven los hermanos ilustres de la categoría exquisita del automovilismo de competición de la gama más alta. La Fórmula de las fórmulas.

 Todo tiene que ver con todo. Pero sin la Internet, ya no se ve casi nada. En los circuitos a donde llega La Carpa, se volvió asunto del diario aplicarse con maneras inéditas de comunicar, también con el uso de nuevos materiales hasta antes impensados. En especial, con la fibra de carbono. Un océano de posibilidades puesto al servicio de este juego muy serio. Y ya después, para otras prácticas industriales.

 

Alumbramiento

Esta práctica de competición con motores sobre ruedas, nació como un fruto más de la añeja costumbre milenaria de correr desaforados para alcanzar una meta. La evocación de Filípides yendo a las volandas a Atenas para dar el aviso del resultado de una batalla, 500 años antes de Cristo; hay que entenderla nada más, como la alusión de las celebraciones de mayor importancia en la antigüedad. Homero fue quien se encargó de dar cuenta de que, además de los sacrificios para ser gratos a los dioses, se jugaban carreras, casi casi con cualquier pretexto.

La manía de persecución fingida, ha dado el origen a los primeros Grand Prix. En el Viejo Continente empezó esa hebra y poco después, ya en América junto a la gestación de la gran industria de Detroit, así fue como se discurrió la versión aborigen mucho más naive, con el Indianapolis Motor Speedway. Que se quiera o no, es otro templo de la velocidad desaforada.

La organización de la Fórmula 1, desde la mitad del siglo XX, dejó ver muy pronto a su inventiva transformada en el laboratorio de pruebas más refinado para la innovación en los autos. Y México también se hizo presente en tal circo humano con su legendaria Carrera Panamericana. Venían a enfrentarse los ases más afamados de la F1 de aquellos días, como: Juan Manuel Fangio, Karl Kling, Piero Taruffi, Umberto Maglioli o Luigi Villoresi.

Sucede un accidente de fatales consecuencias en Silao, Guanajuato, en 1953. Se mata Felice Bonetto y el pueblo, siempre cáustico en su sabiduría, determina con el doble juego oral que: “por Taruffi, Bonetto se rompió la Maglioli”.  Con ello, nace esta afición sin fin, que ses y sigue adicta a las carreras.

 Ya en poco más de un mes le llegará su recompensa. Todo el mundo está citado en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez para el día primero de noviembre. 

 Amigable mente,

 Ángelo della Corsa

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