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Análisis

¡A Mil Por Hora! Una nadita: El ganar o perder

Las naves plus-cuan-perfectas, los bólidos de Mercedes, pueden ser derrotados y, cuando el rival que las abate es una máquina de Ferrari, entonces sí ¡es la locura! Ocurre dos veces de cada 10 oportunidades. Se puede decir que es una nadita.

Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team

Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team

Mercedes AMG

Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
Felipe Massa, Williams F1 Team y Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team y Felipe Massa, Williams F1 Team
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team y Felipe Massa, Williams F1 Team
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06 locks up under braking
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team
Nico Rosberg, Mercedes AMG F1 Team y Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 Team

Parece acto de magia y no lo es. Sino más bien es una cosa o suceso que responde con autenticidad absoluta a la inventiva de la especie con sus locuras colgando de las ramas de los árboles, cuando apenas se hubiera encontrado con la luz de la inteligencia.

Sí. El hombre tapó sus vergüenzas, jugó con el fuego, discurrió la utilidad de los símbolos, dejando pruebas de ello en Altamira, por ejemplo. Y hasta –en uno de sus arranques de creatividad–  discurrió la necesidad del número cero, cuyo valor sigue siendo nulo todavía hoy.

No conforme con tantos malabares: enmudeció también el uso de la letra hache…

Tenía que llegar y llegó el día, cuando su ingenio de primate más avanzado le convenció de que era más cómodo subir sus bártulos sobre unas ruedas.

Pasaron los siglos y asimismo determinó que unas explosiones internas, como la detonación dentro de una caja hermética, era capaz de impulsar a sus vehículos.

Que una carreta ande o no ande, sea chica o sea grande; que lo lleve y lo traiga a uno con sus cachivaches, ha sido uno de los  prodigios mayúsculos de la humanidad. Y de este modo rompió el esquema del tiempo ido.

Al tratarse de los autos de competición, ya se está hablando del extremo en el requinte de las ciencias y las técnicas que tienen que ver con los cuerpos en movimiento. Objetivo tan sencillo, como llegar de un punto a otro recorriendo la trayectoria más corta. Hacerlo muy veloz e ir por delante de todos. Ser el primero en arribar.

De eso tratan, en última instancia, las carreras de automóviles de Fórmula 1.

Y se lo entienda o no, guste o no mucho: encanta tanto porque es la mera cima del arte tecnológico. Como en el bolero aquel tan sentido: “Es tocar los dinteles de la gloria”.

No ha habido jamás unos vehículos tan extremadamente complejos y eficaces, que pongan en concierto mil y una clarividencias. Basta con ver y analizar –punto por punto– un coche con la estrella de tres picos, de esos que corren bajo el nombre y los menesteres de Mercedes AMG en esta temporada. Ese modelo W-06 y su semejanza, como si fuese un misil bien dirigido, que le dará todas las razones a esta afirmación.

Una nave de plata que pesa menos de 680 kilogramos, y la cual se desempeña a razón de unas 15 mil revoluciones por minuto, capaz de producir poco más de 600 caballos de fuerza: para alcanzar velocidades óptimas que rozan los 350 kilómetros por hora.

Es lo más similar a lo que se pudo haber pedido al genio de la lámpara de Aladino para rodar sobre el asfalto. Esta alfombra mágica de pleno siglo XXI, en las infelices calendas del capitalismo granuja.

Autos tan veloces cuanto los aviones-caza, vueltos con la panza hacia abajo para que, en vez de surcar por la virginidad de los cielos: atraviesen llenos de dulzura al viento. Pero que lo hagan bien pegaditos al piso.

Puede parecer cosa de un mago. Y no. Es la realidad pura y dura.

Donde está oculta la paradoja más interesante es, que su fortaleza fenomenal lleva aparejada una debilidad igual de patética.

Tales naves plus-cuan-perfectas pueden llegar a ser derrotadas y, cuando el rival que las abate es una máquina de Ferrari, entonces sí ¡es la locura!

Ocurre dos veces de cada 10 oportunidades. Se puede decir que es una nadita.

Pero hoy, de lo que se trata, es de lanzar una loa al vértigo de color colorado, el mismo tono de los latidos del corazón.

Y dejar visto cómo es que cada carrera nos depara un nuevo placer bien diferente a todos los goces previos. Muy similar al acto de besar hasta ponerse en éxtasis.

Por eso lo dice tan airado Niki Lauda, quien afirmó hace poco, que: quien opina que la F1 de hoy no es emocionante, está diciendo una estupidez… …Algo parecido a lo que dirían Sócrates o Feuerbach si hubieran estado, hace unos días, en el Hungaroring, muy cerca de Budapest.

 Espero que usted esté de acuerdo con ellos.

 Amigable mente,  (SIC)

 Ángelo della Corsa

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