La historia de corazones rotos entre Ferrari y pilotos destacados

Una persona muy sagaz, que anteriormente era miembro del personal de este equipo, me dijo una vez: "Sabes, el problema con Ron Dennis es que siempre tiene un disgusto con sus mejores pilotos". De hecho, viendo el listado de los pilotos de Woking hay una serie de competidores que se han visto en esta situación como: Niki Lauda, Alain Prost, Ayrton Senna, Mika Hakkinen, David Coulthard, Fernando Alonso o Lewis Hamilton.

Pero esas consecuencias generalmente tomaban forma a puerta cerrada, y eran principalmente el resultado de la filosofía del jefe de McLaren de dejar ir. El rendimiento en la pista, o la falta de él, rara vez entró en la ecuación. Todo lo contrario: la mayoría de esos pilotos partieron con al menos un campeonato mundial por cortesía de la maquinaria de Woking.

Ferrari, por otro lado, tiene una rica historia de alquimia inversa, de convertir las sociedades cargadas de promesas en una telenovela de frustraciones y decepciones. Se podría argumentar que eso ha sucedido desde los primeros días de la Fórmula 1, cuando Alberto Ascari se peleó con Enzo Ferrari por su salario.

La tradición ha continuado a lo largo de los años, sin importar quién tenga las riendas de la Scuderia: John Surtees, Lauda, Prost, Michael Schumacher, Kimi Raikkonen, Alonso y, más recientemente Sebastian Vettel, han saltado o han sido empujados del equipo. Este listado solo incluye a nombres de alto perfil.

La historia de Vettel pasó por un rendimiento decreciente donde, parte de la responsabilidad de su fracaso en conseguir un título para el equipo de Maranello reside en el propio Ferrari, donde resaltó la peculiar habilidad de la Scuderia para dispararse en el pie corporativo, una situación que es casi enloquecedora.

Por ejemplo, en la última década y media, tuvimos el deslucido espectáculo de que Schumacher fue presionado a una jubilación anticipada para dar paso a Raikkonen, a quien luego se le pagó por irse un año antes de la conclusión de su contrato para proporcionar una vacante para la llegada de Fernando Alonso, quien luego se fue tras un año complicado con una directiva que tuvo tres jefes diferentes.

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Photo by: Sutton Images

En esta narrativa existe más de un punto en común que va más allá del rendimiento en la pista. Es una mezcla de falta de visión y política interna.

Luca di Montezemolo decidió que Schumacher era el hombre del ayer y que Raikkonen era una mejor opción para el futuro (los millennials podrían describir el momento del comunicado de prensa en que se anunció el retiro de Michael, a mediados del Gran Premio de Italia de 2006, como "un movimiento tonto"). Un movimiento de Montezemolo también fue la razón por la que Raikkonen fue expulsado, y, de hecho, Luca también lubricó las ruedas para la pronta partida de Alonso.

Con demasiada frecuencia en Maranello, los resultados deseados están sesgados por la necesidad de combatir incendios: rumores de la alta gerencia del imperio Fiat y presión de los medios italianos. Abandonar a un piloto que se percibe con un bajo rendimiento, o que se ve que desmotiva al equipo quejándose demasiado, es una forma barata de ganar tiempo y relaciones públicas positivas.

Sin embargo, la ironía con la situación de Vettel es que estaba en un terreno pantanoso desde el momento en que llegó: Montezemolo estaba en el proceso de ser despedido, incluso cuando cerró el trato para llevar a Vettel a Ferrari. Por una vez, una contratación de alto perfil no fue suficiente para salvar la carrera de Luca.

Vettel llegó a un ambiente que ya era potencialmente hostil, pues era la contratación del régimen anterior. El nuevo jefe, Sergio Marchionne y su hombre fuerte, Maurizio Arrivabene, inmediatamente comenzaron a tramar contra él. En retrospectiva, es una sorpresa que Vettel haya durado tanto.