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'Lauda, el legado de su partida', por Adrián Puente

Adrián Puente escribe que el legado que deja Niki Lauda tras su fallecimiento debe ser tenido en cuenta para el futuro de la Fórmula 1.

Niki Lauda, Non-Executive Chairman, Mercedes AMG

Foto de: Steve Etherington / Motorsport Images

La muerte de Niki Lauda volvió a poner al mundo de la Fórmula Uno en modo retrospectiva. El innegable valor del piloto austriaco restableció una mirada nostálgica sobre décadas pasadas, donde a juzgar por las consecuencias, pilotos de la talla de Lauda podían tocar el cielo ó el infierno con las mismas manos, en cuestión de segundos.

Como dijo el mismo tricampeón, "veinticinco pilotos inician cada temporada en Fórmula 1 y dos mueren. ¿Qué clase de persona tiene un trabajo así? No la gente normal, seguro". Transcurrían los años 70, esa era la realidad de aquella época. Siempre cerca del límite. El borde con mirada al abismo. Multitudes en un coliseo, seguros de la tragedia, del desenlace fatal, más temprano que tarde.

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Nadie mejor que el expiloto de March, BRM, Ferrari, Brabham y Mclaren, para devolver a la memoria, un lugar a veces olvidado. Su accidente en Nürburgring de 1976 es justamente uno de esos paradigmas que cambiaron las reglas de juego. Forma parte de una macabra selección como la caída al mar de Alberto Ascari en Monaco 55; Von Trips en Monza 61; Villeneuve en Zolder 82, ó Senna en Imola 94, entre otros. Todos ellos, cada tanto, nos hacen recordar que alguna vez la F1, fue casi, un acto suicida.

Sin dudas que la "tracción a sangre" de aquellos tiempos le dieron a las carreras cierta épica. Modelaron una cultura de riesgo como parte del espectáculo. Pero no hay mejor modelo que un Lauda apenas sobreviviente, para entender que no todo tiempo pasado fue mejor. Es probable incluso que, sin Nürburgring, el austriaco hubiese llegado a debatirse entre la cantidad de títulos de Fangio y Hamilton.

Lauda fue uno de aquellos pilotos, que como recuerda la película Rush, tenía más que nadie conciencia de los riesgos y trabajaba por minimizarlos. "Acepto que cada vez que subo a mi auto existe un 20% de probabilidad de que muera, y vivo con eso pero ni uno por ciento más". Así se definía quien tampoco, a pesar de su genio, pudo escapar a las normas de una época feroz.

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Es cierto que hoy la categoría se debate entre carreras monolíticas, y muchas veces tediosas. Pero encontrar el equilibrio para evitar otros Lauda tal vez sea el principal desafío de nuestros tiempos. Este "Caballero del Casco Rojo" se fue a la estación de las leyendas. Que su viaje nos permita volver algunos pasos, para cuando se imponen debates de una categoría más festiva bajo cualquier costo.

Trabajar con lo mejor del pasado, para potenciar lo mejor del presente debe estar escrito en la nueva Constitución de la F1. Un hombre como Lauda, no deja la bandera a media asta, sino que la eleva más que nunca, por una mejor convivencia de ambos mundos.

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