Llegar al Paraíso

No podría hacer otra cosa que confesarme atrapado en un ataque de emoción que ya ha durado varios días, aun ahora, mientras escribo sobre el asiento de un avión los golpes de memoria son intensos.

Tengo que reconocer un momento de duda sobre si la organización del GP de México iba a terminar las obras a tiempo, fue justo unos días antes del gran fin de semana cuando mucha gente me hizo comentarios criticando la obra, que parecía eternizarse aun después de la reinauguración.

Pero resulto lo contrario. Y una de mis principales emociones fue ver ese autódromo nuestro completamente reluciente y a la altura de lo mejor del mundo, un sitio donde he sido privilegiado al haber visto y conocido a los astros mas importantes del universo racing.

Antes fui testigo de otras remodelaciones del Hermanos Rodríguez, pero ninguna tan exitosa como esta y a pesar de que se puede o no concordar con el diagrama del trazado, la conclusión general fue que el escenario estuvo en un nivel superior.

Pero Carlos Sainz tocó el tema del diseño del circuito y lo hizo de forma muy dura, pues calificó la composición de curvas y rectas como “ratonera”, su compatriota Fernando Alonso aplicó paños fríos y aseguró que no podría catalogarse con precisión en un solo año sino que habrá que ver como madura un trazado que sí, es muy diferente al antiguo, pero no se si por ello merezca la descalificación.

Tilke, el villano favorito del purismo, defendió su obra asegurando que la transformación sigue dejando un compromiso difícil a pilotos e ingenieros al tener que enfrentar un circuito sumamente veloz (366 km/h fue lo que dejó Maldonado en el tope de velocidad), contra complejos de curvas técnicas capaces de castigar severamente el sobremanejo, y de ello dieron cuenta varios, incluido Vettel que protagonizó esta suerte de Waterloo mexicano para Ferrari.

Me parece que, en efecto, la pista no será igual a la emblemática, con Peraltada, presidencial, horquilla y tantos baluartes del manejo, pero a este circuito nuevo no le faltan condimentos hay que manejarlo, hay que aprender a apreciarlo y engancharse. No duele.

Conforme avanzaba el fin de semana del Gran Premio de México y las voces de asombro llenaban páginas y reportes, me resistí a pensar que todo estaba tan bien. Con mis compañeros de transmisiones compartí el asombro, que esta vez fue muy genuino pues igual lo compartimos argentinos y mexicanos en los viajes nocturnos de regreso al hotel.

De la afición, nunca hubo dudas. El jueves dije: “mañana va a ser mejor” y esa frase se hubiera podido repetir hasta el lunes si la actividad hubiera permitido. A Juan Fossaroli le pedí que comparara el impacto que ha visto en la familia de F1 con los japoneses de Suzuka y los italianos en Monza, frente a esta visita a México.

“Mejor, sin duda” respondió, porque el mexicano tiene, asegura Juan “la inventiva, el cariño y el respeto del japonés, pero también sabe, aprecia y exige como los italianos, pero aquí llevaron la intensidad y la belleza a otro nivel”.

Finalizado el GP me despedía de los amigos, era inevitable platicar de lo impresionante que había resultado el fin de semana, no fuimos pocos los que pensamos: “Estaremos todos exagerando”, y hablamos también de la nueva medida que tiene el Gran Premio de México a partir de ahora, difícil de superar hasta por sí mismo.

Hasta que llegó la voz de la experiencia, la sabiduría de Jo Ramírez dijo: “No, nadie ha exagerado. Aquí hay gente como yo con mas de 50 años en los Grandes Premios, y coincidimos. De que se trata esto, pues que hoy la Fórmula 1 volvió al paraíso”.