Mientras la lógica llevaría a pensar que la incertidumbre decrece con el paso de los días, sorprendentemente cada vez resulta más difícil prever una fecha aproximada para el inicio del Mundial de MotoGP.

El aplazamiento de la prueba en Le Mans no es más que una medida lógica si atendemos al momento actual y a cómo Europa está haciendo frente a la amenaza provocada por la propagación del COVID-19. Acaba de caer Francia, pero todo apunta a que en los próximos días lo hará Italia (31 de mayo) y probablemente Catalunya (7 de junio).

A día de hoy, las previsiones más optimistas apuntan al Gran Premio de Alemania (21 de junio) como la cita en la que el certamen podría echar a rodar si el impacto del coronavirus logra atenuarse de una vez por todas, algo que todavía está por ver.

En el inicio de esta crisis, Dorna, el promotor del campeonato, abogó por la idea de tratar de reubicar todas aquellas pruebas que no pudieran celebrarse, aunque la gravedad de la situación y la falta de tiempo hizo que la cúpula ejecutiva de la compañía se viera obligada a cambiar de estrategia.

Incluso la cifra mínima de 13 grandes premios que según la FIM estipula su reglamento con tal de dar validez al ejercicio podría no cumplirse, por más que nadie cree que eso, dadas las circunstancias actuales, vaya a suponer el menor de los problemas.