Tan distintos, tan iguales

Jorge Lorenzo Guerrero y Valentino Rossi Palma nunca antes se habían parecido tanto como en las últimas semanas. Siempre han compartido la voracidad competitiva, afanes de perfeccionismo y la contracción al trabajo que distinguen el ADN de los grandes campeones de cualquier disciplina. Y nada más. Uno, extrovertido, carismático, el mejor entendedor de cómo funciona la maquinaria de entretenimiento; el otro, introvertido, correcto pero parco, comprendió en su momento que necesitaba del favor popular para hacer más rentable su negocio y entonces se notó el proceso de moldeado de imagen.

Rossi y Lorenzo empezaron a trabajar juntos en 2008, cuando el palmesano subió a MotoGP y Valentino ya era quíntuple campeón de la categoría reina, bicampeón con Yamaha. Compartieron equipo durante tres años, hasta 2010, temporada del primer título de Jorge. La vuelta del italiano luego del aciago bienio en Ducati los reunió otra vez en 2013 bajo el techo de Iwata pero con roles invertidos: el mallorquín era entonces el campeón, piloto-franquicia, referente fiel a la marca y guía técnica para el desarrollo. Aún en los albores del cuarto año en esta segunda etapa juntos, en la que Lorenzo ha ganado 18 carreras, conseguido 39 ascensos al podio y un título frente a las siete victorias, 35 podios y dos subcampeonatos de Rossi, el tricampeón de MotoGP decidió irse de Yamaha. Esa determinación y los motivos hermanan más que nunca a Vale y Giorgio.

Lorenzo se irá de Yamaha hacia Ducati a fin de año como Rossi en el cierre de 2010, cuando dejó la casa japonesa para pasar a la formación italiana. Il Dottore había permanecido siete años con la marca, ganado 46 carreras y cuatro campeonatos. Era -sigue siéndolo- el piloto más exitoso en la historia de la casa de los tres diapasones pero se sentía maltratado, abandonado por la dirigencia que prefería a Lorenzo y lo concebía como el corredor del futuro, al tiempo que Masao Furusawa -el directivo que más lo consentía- dejaba su rol activo en la escudería e invitaba a Valentino para que se retirara y uniera a él como embajador de la fábrica. Rossi se sintió solo en la escudería que él había formado de las cenizas. Y aceptó el reto -y los euros- que Ducati le ofreció para conformar una suerte de Dream Team que despertó en pesadilla: tres podios -sin victorias- en dos años.

Lorenzo se siente hoy como Rossi en 2010. Aunque en los últimos tres años sus cifras son incontrastables frente a la foja de su compañero, está convencido de que la marca prefiere a Vale. La definición del campeonato 2015 dejó entre ellos una pared -invisible esta vez- demasiado parecida al biombo aquel que en el período anterior separaba las formaciones luego del cambio de Valentino a Bridgestone. La relación actual es tan fría como la de entonces.

El español se siente como antes el italiano: desprotegido por la marca con la que ha desarrollado toda su campaña en MotoGP. Sus intervenciones en el enfrentamiento entre Márquez y Rossi, primero cuando dio "No me gusta" público en el podio de Malasia y más tarde con el inconsulto recurso presentado ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo, desagradaron a la directiva encabezada por Lin Jarvis.

Las declaraciones cruzadas tampoco colaboraron con su causa. El campeón siente que ganó el título pero perdió al equipo más allá del pequeño círculo que atiende su M1. Sospecha que aunque hubiese renovado con Yamaha por otros dos años y probablemente transformado en el piloto más exitoso de la marca en la historia, la sombra de Rossi habría continuado opacando su brillo y qué esperar de la temporada 2018, despedida de VR46.

Los lazos que Rossi ha vuelto a anudar con Yamaha y que van mucho más allá de su reciente renovación de contrato como corredor auguran un futuro juntos incluso después del final de la campaña deportiva del heptacampeón de la cilindrada mayor. Se corrió el fiel de la balanza. Eso que siente hoy Lorenzo es lo que intuyó Rossi cuando Furusawa fue relevado en 2010 y el español ganó jerarquía camino a su primer título en MotoGP. Que prefieren al otro. Por eso cree que ese ya no es su lugar en el paddock del Mundial.

Ducati sedujo a Lorenzo con los mismos argumentos que lo hizo antes con Rossi y agregó un par de notable atractivo. Aunque el contrato ofrecido por Borgo Panigale, según cuentan, es ligeramente mejor que el de Yamaha, esa no fue la razón principal que impulsó el cambio. Jorge vuelve a sentirse valorado: Ducati cree que cuenta con una moto para pelear por el título según palabras de Paolo Ciabatti y por eso, añadió el director, necesita un piloto extraordinario. Si consigue la corona, el mallorquín se convertirá en campeón con dos marcas distintas, algo que sólo cinco pilotos han logrado en la historia (Rossi entre ellos). Será, además, el primer campeón con Ducati luego de Casey Stoner (y acaso diez años después).

A los estándares históricos que Lorenzo podría alcanzar se agregaría la chance de hacer lo que Rossi no pudo: lograr el título con la Rossa. Y, a la pasada, obliga a los tifosi a alentar a uno de los dos españoles a los que últimamente más han insultado. La única diferencia entre aquel exilio de Rossi y esta anunciada salida de Lorenzo está en la coyuntura del equipo contratante: Valentino llegó a una escuadra desorientada y Jorge arribará a un escudería con rumbo definido y muy cerca del objetivo.

Aunque la partida de Lorenzo a Ducati esté tan emparentada con aquella de Rossi en 2010, el español quiere que la despedida sea distinta: Valentino se fue de Yamaha vencido por su compañero y Jorge quiere irse vencedor. Y sueña con un futuro mediato aún mejor.