Isla de Man: la carrera más mítica y mortal
Cuatro nombres más se unieron la pasada semana a la lista de 252 pilotos fallecidos durante las competiciones que se organizan en la legendaria Isla de Man desde hace más de cien años.
Andrew Soar, 32 años, fallecido el 11 de Junio
Ian Bell, 58 años, casado con dos hijos, fallecido el 11 de Junio
Dwight Beare, 27 años, fallecido el 4 de Junio
Paul Shoesmith, 50 años, casado con cuatro hijos, fallecido el 4 de Junio
En una semana, cuatro nombres más que añadir a la ya inmensa lista de víctimas de la Isla de Man, la carrera con más historia y tradición en el motociclismo de velocidad. La más voraz con sus participantes y la más anacrónica representante de un deporte que no necesita de heroicidades extra.
La comunidad motociclista continúa de luto por el desgraciado accidente que costó la vida a Luis Salom. Un accidente producido en un circuito del que todavía se discute si su escapatoria era la adecuada. Un trazado que en el fondo es como correr rodeado de colchones de plumas si lo comparamos con las carreteras de la Isla de Man, sin escapatorias posibles, con muros de piedra a ambos lados, puentes, alcantarillas, farolas y algunas balas de paja desperdigadas como única protección.
En Mayo de 1907 se realizaba la primera carrera de motos en la Isla y 109 años después acumula 252 víctimas. Si aquellos pioneros comenzaron corriendo por caminos sin asfaltar y con medias de 60 Km/h, hoy en día se corre con motos de más de 200 CV y medias por encima de los 200 Km/h. Motos que superan ampliamente los 300 Km/h en recta. Una salvajada entre bordillos y muros.
El manido recurso “murieron haciendo lo que más les gustaba” es muy egoísta cuando se trata de padres, maridos o hijos que están comprando un ticket para un viaje en una montaña rusa sin arneses de seguridad.
Han pasado 46 años desde la triste desaparición de nuestro Santi Herrero en la Milla 13 de las 37,7 que completan el recorrido mítico y mortal. Todavía lo recordamos como una de las grandes pérdidas del motociclismo español. Él y otros héroes perdieron la vida en una época en la que todo el motociclismo era así, duro, áspero, en el que cada carrera era una despedida. Hoy no hay necesidad de eso. Casos como el de Salom nos recuerdan que todavía la parca acecha en cada curva y que aumentar los riesgos voluntariamente es más una inconsciencia que un acto puramente deportivo.
La Isla de Man formó parte del Mundial de Motociclismo desde 1949 hasta 1976, años en los que si querías ser Campeón del Mundo tenías que jugarte la vida cada domingo sí o sí. Por suerte esto ha cambiado y un espectáculo deportivo no merece victimas gratuitas.
Man reúne cada año a más de sesenta mil moteros llegados de todo el mundo, que animan la vida de una pequeña isla con una población de treinta y cinco mil habitantes. ¿Por qué no ‘reciclar’ el evento? Que mejor marco que convertir el que fue templo sagrado de la velocidad en la mayor exhibición de pilotos y motos de velocidad clásicas del mundo. Todos los que ahora reniegan del TT, federaciones incluidas, volverían a homenajear a sus caídos en un macrofestival que aunara tradición, modernidad y respeto al papel jugado por la Isla de Man en la historia del motociclismo.
En el puerto de Douglas, capital de la isla, reza un cartel: “Si no te gustan nuestra reglas, sale un barco cada media hora”. Ya es hora de cambiarlo por otro que ponga “Quédate y rinde tributo a los que nos hicieron grandes”.
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