'Gracias por siempre, Niki', por Fernando Tornello

Recuerdo claramente la escena. GP de Argentina de 1977, lo vi venir caminando por el paddock hacia la oficina de las cabinas telefónicas. Micrófono en mano lo abordé para tratar de hacer un reportaje, me apartó con un gesto.

Como muy joven y atrevido no quise darme por vencido y lo esperé en la puerta de la oficina. Vi que no lograba concretar la llamada que quería realizar. Miró hacia la puerta y con otro gesto casi brutal me llamó. "Qué quieres?", preguntó.

Mi respuesta era obvia, sólo quería entrevistarlo para la transmisión radial en vivo. Me dio la nota. Esa mañana aprendí una lección muy importante. Los protagonistas son ellos, los pilotos, y tienen sus tiempos y necesidades. Los periodistas no debemos resignarnos a conseguir nuestro propósito, pero hay momentos adecuados y otros no. Ellos, los pilotos, tienen su vida.

Aquel fue mi primer contacto con Niki Lauda. Argentina era la primera carrera del año. Hacía pocos meses se había accidentado en Nürburgring y había entrado en la leyenda luego de pelear contra la muerte y regresar en Monza, pocas semanas más tarde, logrando un cuarto puesto histórico.

No le fue bien en la carrera de Buenos Aires. Tuvo un fallo en el motor de su Ferrari 312 T2 y abandonó muy temprano. Fue el día del debut con victoria del Wolf WR1 conducido por Jody Scheckter.

Luego llegó Brasil, con otro disgusto para Niki. Yo estaba en Interlagos, el viejo circuito de casi ocho kilómetros. Forghieri llevó un ala delantera nueva. Nunca se supo si Lauda no la quiso usar o si se la dieron directamente a su compañero Carlos Reutemann. La historia se grabó con un gran triunfo del argentino. Lauda no se quedó para los festejos. Se fue al aeropuerto, tomó un avión hacia Italia y lo fue a encarar a don Enzo, sí, al mísmísimo Ferrari. Así de bravo era.

La jugada no le salió nada mal. Al final de temporada conquistó su segundo título. Era duro, perseverante, impiadoso. Dicen que ni les dio las gracias a los pilotos que ayudaron a salvarlo entre las llamas de su auto, en Alemania.

Con todo lo que conté muchos preguntarán porqué lo queríamos tanto. Porque no actuaba, era así y a la gente se la quiere como es. Como esos padres o tíos que enseñan con ejemplos y no con palabras dulces. Todos tuvimos la percepción de su grandeza, sin renunciamientos, con convicciones firmes. Se metió en la lista de los grandes de F1 de todos los tiempos. Se lo va a extrañar mucho.

Aquel día de verano de 1977 Lauda le enseñó algo importante a ese joven periodista que recién comenzaba su carrera. Algo que me quedó para toda la vida, respeto. Gracias Niki.

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