Leyenda en ‘V mayor’, por 'Chacho' López
Luis Manuel 'Chacho' López nos habla sobre la leyenda del automovilismo Niki Lauda, una estrella que siempre brillará en el cielo del deporte motor.
Foto de: Rainer W. Schlegelmilch
La escena lo describe de pies a cabeza. Una mansión austriaca donde Lauda pasaba días largos de su niñez obligado a estudiar y tener un rendimiento de excelencia. Son las primeras páginas de su autobiografía.
Niki describe que entre espesos jardines asomaban grandes tablones para una remodelación, y que los aprovechó para construir una rampa. Se empeñaba en hacer saltar un auto compacto con velocidad y precisión.
Apenas tenía nueve años, apenas cursaba los primeros grados escolares, pero emanaba tres rasgos fundamentales de lo que sería su personalidad como adulto, deportista y empresario: velocidad, valor, vuelo.
No temo equivocarme al decir que ha muerto el piloto más valiente que hemos conocido, no pretendo demeritar a ningún otro de los que nos dieron grandes emociones pero… Lauda fue diferente.
Su primer gran riesgo fue confrontar a su familia, ser piloto, y una vez llegar al pináculo del automovilismo confrontar al ‘stablishment’ y generar un negocio que le asegurara lugar y continuidad en F1.
Detrás del volante, implacable. Fittipaldi lo describió así: “un ‘duro’, cruel para cerrar el espacio, pero leal en las maniobras”. No fue temerario, su guía fueron la inteligencia y el cálculo, sí, pero jamás rehuyó el combate.
El valor máximo lo mostró en su regreso, tras el accidente en 1976, después de luchar por su vida tuvo las agallas para superar el miedo y comprobar en Monza que por encima de todo, era piloto, un campeón mundial.
Como empresario se auto impuso la tarea de pelear por Lauda Air, línea aérea funcional, fue pionero en el ramo y enfrentó la presión de los grandes consorcios y situaciones financieras que hubieran doblado a cualquiera.
Lauda era peculiar. Directo, áspero, en ocasiones grosero, siempre honesto. Tuve la suerte de conocerlo en otra faceta, carismático, bromista, distraído.
Pero en cualquier modo que uno lo encontrara, Niki Lauda transmitía siempre el cuarto rasgo fundamental, el de ser humano, la “v” de su enorme y contagiosa vitalidad. Descanse en paz, campeón, leyenda.
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